
Lo reconozco, si señores, SOY UNA GRITONA.
Y lo digo con mayúsculas para recalcarlo y que quede claro. Cuando no consigo que mis niñas me hagan caso, opto por el grito.
Y lo digo con mayúsculas para recalcarlo y que quede claro. Cuando no consigo que mis niñas me hagan caso, opto por el grito.
“Así me hacen más caso” Pensaréis algunos. Pues no, no me
hacen más caso, al contrario, parece que como les molesta que les grite, lo
hacen saber gritando más todavía que yo o haciendo justo lo contrario que les
había pedido. Ante esa respuesta (lógica desde el pensamiento de mis niñas), yo
me cabreo todavía más y, ¿qué hago?... eso mismo, grito más. Y así entramos en
un círculo vicioso, lleno de gritos, del que a veces es difícil salir. Y mi
casa, como ya os comenté, parece una casa de locos.
Por eso me he unido a este reto, “El desafío del Rinoceronte Naranja”.
He optado por no gritar a las niñas, contar hasta tres (o 100, jajaja) antes de gritar, acercarme a ellas cuando me pregunten algo desde la otra punta de la casa, y tomarme las cosas con otro humor.

¿Alguien más se anima al reto del rinoceronte naranja?
Vamos, que podemos hacerlo. Mantengamos la calma en nuestro hogar y lograremos
que sea un hogar tranquilo con niños y padres tranquilos y relajados y, en
consecuencia, FELICES.
Os recomiendo que leáis el artículo, solo os llevará un minuto os ayudará a decidir no gritar más en casa, a mi, por lo menos, me sirvió para arrancar el Desafío. Leerlo aquí